martes, 28 de febrero de 2012

DIARIO PARA UNA CUARESMA - MARTES DE LA PRIMERA SEMANA DE CUARESMA - 28 DE FEBRERO

Sé que el pecado y el sacramento de la confesión, no son asuntos de los que agradan a algunos lectores, pero no por ser un tema impopular voy a dejar de abordarlo dado que lo considero necesario. He leído algunas definiciones de pecado, pero la que he creído más acertada para un espacio limitado como éste, se debe a San Agustín: “A Dios no podemos ofenderle a menos que actuemos contra nuestro propio bienestar”. En la parábola del Hijo Pródigo encontramos algunas de las claves para entender lo que acabamos de apuntar. Lo que le duele al padre del hijo no es que lo haya ofendido, sino el ver a su hijo maltrecho como causa del pecado cometido. El detalle de los pecados y su clasificación, de acuerdo con su gravedad, lo detalla el Catecismo.
Junto al pecado como ofensa a Dios, en tanto hemos actuado contra nosotros mismos, está la posibilidad de recibir su perdón. No es privativo de los católicos este perdón. En otras religiones las fórmulas que ellas indican para obtenerlo. El catolicismo nos muestra la disposición Dios a perdonarnos nuestros pecados y nos brinda para ello el ofrecimiento que hizo Jesús a sus apóstoles justo antes de su Ascensión definitiva al cielo según el relato del Evangelio de San Juan: “Después sopló sobre ellos y les dijo : Recibid al Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, le serán perdonados. Jn. 20, 22-23”. Ahí está la génesis del sacramento de la confesión, al que nos referiremos en otra ocasión.