LA SEÑORA DEL ROSARIO NAVEGA SOBRE BLANCOS COSTALES
OCTUBRE
Al
final llegó. Después de algunos años planteándose la posibilidad en el seno de
la Archicofradía, de muchos debates en dicha corporación sobre el tema, de
muchas tertulias dentro y fuera del entorno del cuerpo de horquilleros, por fin
ha acontecido que la Señora del Rosario se ha paseado por las calles de Granada
sobre la cerviz de los miembros de su anteriormente mencionado cuerpo de
horquilleros.
Se
aprobaba la posibilidad del costal con la seguridad de que sería un nuevo
camino lleno de grandes momentos, pero con la incertidumbre de si se habría
escogido una opción acertada para el fin que en definitiva se perseguía, que no
era otro que el de revitalizar el herido cuerpo de horquilleros de la
Archicofradía.
La
respuesta no tardó en llegar. A la primera reunión para empezar a afrontar el
nuevo frente abierto, acudían casi un total de sesenta hombres dispuestos a
aportar su granito de arena en esta tarea. Lo que fue sólo el principio de la
gran respuesta que el mundo cofrade y costalero dio a este cambio, pues en la
siguiente reunión, en la que iba a llevarse a cabo la igualá general, pudo
verse la alta aceptación que había tenido la nueva forma de portar el paso de
Nuestra Señora, ya que a la misma acudió la escalofriante cifra de ochenta y ocho
costaleros para un recorrido que raramente iba a ocupar un espacio de tiempo
superior a tres horas.
Tristemente
para el cuerpo de capataces hubo que negar la presencia en este momento
histórico a casi una cuadrilla entera, pero se tenía conciencia de que con dos
cuadrillas de treinta costaleros había capacidad más que de sobra para cumplir
el cometido de pasear a la Copatrona de Granada por el centro de la ciudad y
por las calles de su barrio.
A
partir de este momento comenzaba la andadura del cuerpo de horquilleros en la
etapa que quedaba abierta con el cambio al mundo del costal. Andadura que
prosiguió con el primer ensayo en esa misma noche, donde se empezó a comprobar
que todos y cada uno de los costaleros que habían sido elegidos tenían muy
asumida la responsabilidad que adquirían con su pertenencia a la Archicofradía
y a su cuerpo de horquilleros.
Como
todo en el campo de los ensayos, el primero fue un ensayo de toma de contacto
con la forma de trabajar que se quería adoptar y con la filosofía que se le iba
a imprimir a la cuadrilla en la calle.
Todos
salimos satisfechos de la respuesta obtenida, pero también sabíamos que había
que mejorar algunos aspectos, y que tan sólo disponíamos de un ensayo más para
plasmar esa mejora deseada. Pero éramos conocedores de que lo obtendríamos,
debido a la calidad costalera de la gente con la que se había estructurado la
cuadrilla. Como así fue en el siguiente y último ensayo, donde se consiguió
imprimir a la forma de levantar y de andar el carácter que se deseaba.
Posteriormente
llegó el momento del retranqueo y de la prueba de la salida por la puerta del
templo que planteaba, aparte del hecho de que la cuadrilla como tal era nueva,
la presencia de un nuevo paso con unas nuevas medidas y con los inconvenientes
que podía plantear de altura para resolver el dintel del cancel interior y del
arco rebajado de la fachada de Santo Domingo.
La
prueba quedaba superada, no sin ciertas dificultades debido a lo que supone una
novedad general, pero satisfactoriamente. Ya sólo quedaba esperar el momento de
presentar a la Madre al pueblo granadino en la tarde noche del día de la Fiesta
Nacional.
Y
la Virgen salió al encuentro de su barrio y de su ciudad con la elegancia y la
presencia de tiempos, aunque cercanos, ya pasados, fruto de la perfección que
da el trabajo bien hecho, y se paseó por primera vez sobre la cerviz de sus
hijos horquilleros, conocedores de la responsabilidad que tenían de escribir
con su trabajo esta nueva hoja de la historia de la Archicofradía que se
empezaba a redactar. Trabajo que en todo momento fue preciso, fino, discreto y
entregado como requería el momento y el carácter de la corporación, y de total
respeto en la forma de portar el paso y de comportarse durante la estación
gloriosa.
Me
despido diciendo que en este escueto artículo no he venido a reflejar sino lo
que ha sido el nacimiento del nuevo concepto de cuerpo de horquilleros de
Nuestra Señora del Rosario, del que me siento orgulloso de formar parte, pues
opino que ha incorporado su pequeño aporte a un nuevo capítulo de la historia
de la Archicofradía, y por qué no decirlo, de la ciudad, y que este cambio, en
mi modesta opinión, ha sido un acierto que pudimos comprobar el pasado viernes
con el seguimiento que tuvo la hermandad por las calles de Granada, lo cual quedó
de manifiesto por el arrope que tuvo la Señora por sus fieles en todo momento y
por los comentarios de aceptación puestos en la calle en la misma estación de
Gloria y posteriormente en los círculos cofrades granadinos.