TIEMPO DE COSTALES
ENERO
Una vez
terminadas las fiestas navideñas y habiéndose adentrado el mes de enero con
creces en nuestro día a día, nos disponemos a afrontar el período del año que
tanto ansiamos y deseamos, y del que tanto hablamos en todas nuestras
reuniones. Atrás han quedado los dulces, las cenas opulentas y los regalos, y
ante nosotros se presenta un período que nos llevará a esa semana en la que las
calles de nuestra tierra se cubren de cera, de pies nazarenos desnudos y de
fragancias de incienso que harán de nuestra ciudad la nueva Jerusalén de cada
año.
En este
período, el costalero verá como sus sueños de tertulias y tertulias vuelven a
hacerse realidad, y que sus esperados ensayos se convierten en su trabajo de
cada semana.
Comienzan
las igualás, donde volvemos a reencontrarnos con nuestros hermanos de cuadrilla
y de palo, y junto a ellos, hablamos y bromeamos mientras, aunque no queramos
reconocerlo, esperamos nerviosos la determinación del lugar que ocuparemos en
el trabajo y las chicotás que nos deparará cada ensayo.
Igualás
algunas que ya se han producido, y otras que se irán produciendo, y que
conformarán el cuadrante de ensayos del costalero de Granada, que a partir de
este momento llenará con su presencia, normalmente nocturna, la frialdad de una
ciudad que, con estos duendes del sentimiento cristiano, verá descontar del
calendario los días de invierno para ver acercarse con lentitud la coloreada y
deslumbrante primavera del sur.
Desempolvaremos
nuestra ropa de trabajo, y tomará un lugar preferente en nuestras habitaciones,
para que no se nos olvide que nos debemos al trabajo que nos dicta nuestro
corazón, y para que no vaya a escapársenos algún ensayo que pueda llevar
consigo algún trabajo de menos en el día de nuestra estación de penitencia,
cosa cuando menos absurda, porque no es concebible que algo por lo que
respiramos todo el año pueda ser objeto de olvido en el momento en el que
sucede.
Y
comenzaremos los ensayos, con fríos, pérdida de horas de sueño y cansancios,
pero con ilusiones nuevas y nuevas expectativas para el día en que todo nuestro
trabajo cobrará vida entre las miles de almas que contemplen el paso de
nuestros titulares por las calles de nuestra Granada.
Y
volveremos a disfrutar trabajando marchas en chicotás interminables de calles
vacías y gélidas, a soñar en cómo será
nuestro trabajo de ese momento extrapolado al día de la salida, y a reír con
los mismos comentarios de siempre o sufrir con las imperfecciones que
intentamos moldear por medio de estos simulacros de salida procesional que
conforman nuestros ensayos costaleros. Volveremos a sentir emociones
descontroladas y a vivir el pellizco de ser costalero de Nuestro Padre o Su
dulce Madre.
Dejaremos
de ser costaleros de sentimientos y recuerdos para volver a ser costaleros de
trabajo con el cuerpo y el alma, y así, preparar un trabajo perfecto que nos
cubra de gloria personal en nuestra Semana Mayor y nos brinde, después de ésta,
unas vivencias que nos vuelvan a mantener vivos hasta la llegada de la
siguiente Semana Santa.
Comienza
aquí Granada a cambiar cada noche la sangre de sus venas por ensayos costaleros
que navegan por sus entrañas como si de impulsos de vida se trataran.