viernes, 28 de febrero de 2014

TRADICIONES EN TIEMPO DE PENITENCIA (I): EL PROEMIO.


Envueltos en mascaras, disfraces, serpentinas y satíricas comparsas, diversos puntos de nuestra geografía celebran la fiesta en la que por varios días el pueblo lleva las riendas y reina en el ambiente cierta “locura colectiva”. Muchos son participes de esa locura, sin saber que realmente es la fiesta en la que como decían nuestros antepasados: se puede  liberar, lo que en todo el año se ha de condenar o más bien en este caso un lapso de permisividad que se opone a la expiación, la abstinencia  y la penitencia propias de la Cuaresma, que ya toca a nuestra puerta.
Estas son las connotaciones aplicadas  a la fiesta, por parte de la tradición cristiana, ya que hemos de tener en cuenta, que esta celebración  probablemente hunde sus raíces entre el tercer y el segundo milenio antes de nuestra era, en la Antigua Mesopotamia. De este punto es muy probable que se traspolara a Egipto y de ahí a las dos civilizaciones matriarcas de nuestra cultura actual: Grecia y Roma, que a través de estos festejos daban culto a dioses como Saturno o Baco, más conocidos en este último caso como bacanales. Al igual que pasó con muchas de las costumbre paganas, las bacanales también fueron asimiladas y dotadas de nuevo sentido y matices por parte del cristianismo aun emergente, en un lapso que comprende la decadente postrimería del mundo antiguo y el nacimiento de la oscura era medieval. 
Provistos de vistosos disfraces y mascaras el pueblo llano, a la vez que festeja con alegría esta celebración, puede mantener en el anonimato su identidad y desarrollar con mayor libertad todo tipo de chanzas y tretas. Para poner fin a este periodo de liberación y desahogo, surgirán curiosas tradiciones; distintas en cada lugar pero a la vez muy similares, como es el caso del “Entierro de la sardina” o “La quema de Judas´”. Con este tipo de usos y costumbres  populares, en los que se quema alguna figura o pelele, se quiere poner fin de forma simbólica al carnaval, de tal modo que se quema todo lo anteriormente vivido y se da paso a un nuevo ciclo más sobrio y estricto como es la Cuaresma. Es habitual que se produzca este hecho el día anterior al Miércoles de Ceniza, que dada la popularidad  y arraigo que ha adquirido en ciertas circunscripciones consiguió la denominación de Martes de Carnaval.   
En el caso nuestro caso particular: Granada; han surgido también algunas tradiciones muy arraigadas en torno al Carnaval y que tienen que ver con la gastronomía. Dejadas atrás las fiestas en torno al nacimiento del Divino Infante, surgía en el ámbito domestico el siguiente aprieto: quedaban gran cantidad de mantecados y polvorones sin consumir  que con el paso del tiempo se pondrían rancios. Pero la astucia de antaño daría rápida solución a este entuerto, surgiendo de este modo uno de los postres más señeros de la ciudad: la cuajada de Carnaval. Un manjar al alcance de cualquier mortal, que tiene como protagonistas productos tan propios de nuestra repostaría como: mantecados y polvorones, cabello de ángel, almendra, natillas y canela. Todo ello contenido en los castizos platos de Fajalauza, también tan nuestros y recubierto en la parte superior con azúcar que dibuja en tan deliciosa superficie una granada. Un postre al que hacen alusión los viajeros que viene a la ciudad a finales del siglo XIX y principios del XX como es el caso de Emilia Pardo Bazán que en 1913 plasmara en uno de sus libros las siguiente referencia:   "En Granada tuve ocasión de ver unos dulces que ostentaban en la superficie dibujos de azúcar reproduciendo los alicatados de los frisos de la Alhambra; y no por artificio de confitero moderno, sino con todo el inconfundible carácter de lo tradicional."

Una delicia que hace más amena la espera a los cofrades, que ansiamos el tiempo en el que podremos  tocar el cielo con las manos……CUARESMA.