TOMÁS
JERÓNIMO DE PEDRAJAS.
Autor de la Corona de María Santísima
de la Amargura
de Granada.
Tomás Jerónimo de Pedrajas nació posiblemente
en Córdoba, el 17 de octubre de 1690, hijo de padres desconocidos; fue su
padrino el librero D. Nicolás Jerónimo Pedrajas, y su comadre doña Leonor de
León. Tomás se formó sólo leyéndose su biblioteca. Casa muy joven con Flora
Sánchez Aguayo, hija de Teodosio Sánchez de Rueda, quien llevaba ya varios años
establecido en Córdoba, donde había acudido con su maestro Hurtado. En 1719 es
admitido en la Hermandad
de los Plateros, pues había descubierto que su vocación era la de diseñador y
cincelador de aquellas maravillosas obras de la orfebrería barroca cordobesa.
Ya en la custodia de Espejo, deja su impronta de su acusada originalidad con la
utilización en su dibujo de los estípites barrocos, sustituyendo a las
columnas. Pero su espíritu inquieto le lleva a dibujando sin cesar, y en el
taller de su suegro observa las trazas barrocas del genial diseñador Francisco
Hurtado Izquierdo. Se aplica entonces febrilmente a la arquitectura. Lee los
libros que en el tema se han publicado. Se ve que su arte de proyectista está
sedimentado en estudios, a los que su imaginación pondría ese plus de
originalidad que hace sus obras inconfundibles.
En 1725 muere su esposa. Al año
siguiente, Pedrajas casa en la catedral con María de Zúñiga, damita cordobesa
de buena familia. El viaje a El Paular de su antiguo suegro hace que una de las
más bellas creaciones del barroco andaluz se sitúe en Castilla. Pedrajas, según
nos dice Ponz, hace hasta el proyecto del pavimento. Los arcos recuerdan la
mesura cordobesa, la custodia produce admiración y el prior fray José García
nos habla de la variedad de dibujos que para ella hiciera. Antes había hecho la
traza de la iglesia de Fernán-Núñez y la de la portada y tabernáculo de San
Hipólito de Córdoba.
Ya con varios hijos de su segunda unión,
que, con los dos de la primera, constituye una familia numerosa, hay que
trabajar mucho para sacarlos adelante, y hasta Salamanca llega Pedrajas
en busca de encargos, de trazas, pues eso es lo que le gusta. Ya no tiene
paciencia para el cincelado y su espíritu creador se explaya mejor en el
mundo del proyecto. Acompaña a Teodosio Sánchez en su viaje a Priego en el año
1748, y hace el dibujo de las yeserías, que admirarían los prieguenses
en la parroquial de la
Asunción.
La sacristía de la Cartuja de Granada se
inicia en 1732, cuando hacía siete años que había muerto Hurtado, autor de un
primer proyecto en 1713. Taylor sostiene, en su artículo sobre la Cartuja, publicado en el
"Archivo Español de Arte", que la obra de la sacristía se debe a
Pedrajas siguiendo la traza de Hurtado, aunque modificándola. Pero no hay más
que ver en Córdoba la última obra de Hurtado, la sacristía del Cardenal, para
observar que son estilos diferentes: aquél, es aún barroco del 1600 y lo que
aparece en la sacristía granadina es el rococó dieciochesco en plena eclosión.
Hacia 1740 fechamos el proyecto genial de Pedrajas. Esta época —ya el
arquitecto platero cuenta cincuenta años de edad— es la mejor época creadora
del príncipe del rococó español. La catedral granadina le nombra su platero y a
su taller en Córdoba vienen los artistas plateros en busca de diseños. En uno
de sus viajes a Granada le sorprendió la muerte el 19 de Marzo de 1757, según
nos dice Gallego Burín. Si se supiera donde están sus restos se debían
trasladar a la sacristía de la
Cartuja granadina, su más bella creación.
El
proyecto de corona para la Virgen de la Amargura.
De este extraordinario artista es el
proyecto de corona elegido por la Cofradía de la Oración de Nuestro Señor en el Huerto de los
Olivos, de Granada, para realizar la de Coronación Canónica de la bendita
imagen de su Dolorosa, María Santísima de la Amargura. Es un diseño
coetáneo a la propia imagen, realizado por Pedrajas en 1751, para la malagueña
Hermandad de Nuestra Señora de la
Victoria, que parece que nunca llegó a hacerse realidad. Hoy
el boceto se guarda en Museo de Málaga. Se trata de una corona imperial cuya tipología
es la característica del siglo XVIII en Córdoba. El maestro ha dibujado un aro
labrado con cabezas de querubes y flores muy henchidas, sobre las que apoya una
banda calada y primorosamente labrada con veneras remarcadas por ces de bordes
rizados, cabezas de querubes y flores. De aquí nacen las imperiales de perfiles
sinuosos y bastante anchas, cuyos extremos superiores convergen en el centro,
donde asienta la bola del mundo rematada por una cruz. Carece de ráfaga,
elemento decorativo que en aquel tiempo estaba plenamente consolidado en la
decoración de las coronas imperiales, por lo que, para la realización
definitiva, se le añadirá, por acuerdo del cabildo de hermanos, de tal
sencillez, que no compita con la corona, ni le reste protagonismo, sino que la
destaque y manifieste en todo su esplendor.
Este trabajo se le ha encargado, después
de cotejar varios proyectos de prestigiosos orfebres y por decisión del Cabildo de Hermanos de la Cofradía, se selecciona
el diseño realizado por el orfebre Alberto Quirós, que ha elaborado una
sencilla, sobria y elegante ráfaga en donde se alternan los rayos flamígeros
con otros en punta y otros ornamentados sutilmente con delicadas ramas de
olivos. En la parte inferior, por encima de la cabeza de la imagen se sitúa una
corona de rosas que recuerda las que utilizan las religiosas en la ceremonia de
toma de hábitos y de votos solemnes al ingresar en la Orden. Por encima de esta
corona de rosas se sitúa una antigua venera del siglo XVII en esmaltes, oro y
granates, donación de la
Comunidad de Madres Comendadoras. En la correspondiente parte
opuesta del canasto este sitio lo ocupa un corazón traspasado de 7
puñales. En la parte superior de la
corona, la bola del mundo, de lapislázuli, situada debajo de la Cruz que culmina este hermoso
trabajo, está rodeada de una rama de olivo significando la deseada paz del
mundo, en su base se sitúan cuatro granadas en alusión a nuestra ciudad. Una serie de cabezas de querubines,
ornamentan en los imperiales y en la base la corona. Doce estrellas, que se
podrán quitar circunstancialmente, rodean este trabajo de orfebrería, que será
realizado a dos caras y en plata de ley sobredorada, con la aportación de oro y
piedras preciosas que realicen los hermanos y devotos de la imagen de la Virgen de la Amargura.