El mimo y el primor con el que los priostes de las
hermandades instalan los altares de culto, especialmente durante la Cuaresma , es una muestra
de la vitalidad de nuestras cofradías. Se trata de predicaciones plásticas que
nos acercan a Jesús, a su Madre y a los apóstoles. Son arquitecturas efímeras
de una belleza conmovedora. La cuidada disposición de las imágenes, la cera, la
flor y el resto de los enseres, merecen el reconocimiento. Pero son algo más
que acertados espacios estéticos. Quiero decir que son lugares idóneos ante los
que detenerse a orar. Es así como alcanzan todavía más valor. Por tanto, cuando
nos acerquemos a estos altares de culto, puede ser un momento en el que además
de su detenida contemplación, podamos practicar la oración.