El domingo 9 de marzo, primero de la esperada Cuaresma, Juan Jesús López-Guadalupe vivió un día que sin duda alguna quedará eternamente grabado en las páginas más entrañables de su memoria. Una jornada histórica para el pregonero, en la que no olvidó el ejercicio de la oración.
Juan Jesús comenzó el día rezando en las Comendadoras de Santiago, inaugurando, como es ya tradicional, el solemne besamanos a Jesús de la Oración en el Huerto de los Olivos. (Según les hemos informado en CRUZ DE GUÍA). Tras cumplir con la tradición propia de todo pregonero de la Semana Santa de Granada, López-Guadalupe quiso rendir honores a sus más queridas devociones; aquellas que vienen marcando toda su vida y que ya forman parte indisoluble de la historia íntima de su familia. Así pues, al abandonar las Comendadoras y dirigirse a su casa, visitó a la Patrona de Granada, la Virgen de las Angustias, de la cual tiene el honor de ser caballero horquillero, y ante ella depositó las intenciones de su pregón.
Más adelante recorrió las calles de su barrio, de la mano de sus seres queridos, junto con los que formaba un entrañable cortejo, y ataviado con las galas de pregonero, en las que no faltaban las medallas de sus dos hermandades de penitencia: Escolapios y Cristo de San Agustín. Se dirigió hacia el templo de San José de Calasanz, donde visitó al Cristo de la Expiración y se postró ante María Santísima del Mayor Dolor, a la que donó un ramo de flores. Tras ello, llegó al Santo Ángel Custodio donde oró ante la imagen del Sagrado protector de Granada, y depositó nuevamente una ofrenda floral a María Santísima, en este caso bajo la advocación de Consolación.
Al llegar al teatro Isabel la Católica, el pregonero rindió pleitesía al Niño Jesús de Pasión del Convento de los Ángeles, que presidía el escenario, en cuya peana dejó depositadas las insignias de sus cofradías.
Durante el trascurso del pregón no faltaron los recuerdos emocionados a sus familiares fallecidos y a su maestro, Sánchez-Mesa, al cual recordó de forma muy sentida, mediante la exaltación al artista tan querido por Domingo, José Risueño. Tampoco quiso olvidar al Padre Iniesta, ante cuyo busto de bronce depositó una rosa y lamentó el no haberse podido despedir de él.
Una vez concluida la ceremonia, Juan Jesús recibió el cariño de todos los cofrades asistentes, a muchos de los cuales dedicó la edición impresa del pregón, rubricando de esta forma este memorable acto que comenzó con una oración.