NOTA: Por motivos ajenos a CRUZ DE GUÍA, publicamos en la jornada del sábado este artículo de nuestro colaborador Juan de Dios Jerónimo, cuando el compromiso inicial era hacerlo los viernes.
Todos los caminos llevan… a la Cruz
Sí. Todos. Todos los caminos llevan a encontrarse con el
sufrimiento, la soledad, el miedo… Contrasta esta afirmación con el ideal
cristiano. San Pablo y la Tradición cristiana nos describen un camino en el que
la alegría es la constante. Esa Cruz gozosa es la gran paradoja del cristiano.
Una Cruz en la que Dios “triunfa”. Un abandonos, una soledad, un dolor… que son
la otra cara de la moneda de la vida. La gran paradoja cristiana es, a la vez,
la gran paradoja de la vida. Una paradoja que lleva a muchos hombres y mujeres
a ahogarse en la desesperación, en la amargura. Una paradoja que golpea los
cimientos de la existencia con una fuerza difícil de controlar. Una paradoja,
al fin, que quita la esperanza. Desde mi punto de vista el gran problema del
hombre y de la mujer de nuestro tiempo es la esperanza. Mejor, la falta de
esperanza. Empezar una batalla sintiendo
las hieles de la derrota. Un hombre para la nada que diría el filósofo francés.
Concebir la vida como un salto al vacío que acaba en el desastre es el camino
más corto para abandonar toda esperanza. Precisamente el genio italiano, el
Dante, ponía ese letrero imaginario a la entrada del infierno. Son esas
personas que inventan desgracias cuando llegan las alegrías necesariamente
transitorias de la vida. Esas personas que escriben el guión de su existencia
como el arte de amargarse la vida. Esas personas no han tenido un encuentro con
el Jesús que subió al madero. Quizá han podido tener un encuentro con un Jesús
Light edulcorado. La realidad de Jesús es la realidad del hombre. La verdad del
Crucificado muestra la verdad del hombre. Sólo en Él se encuentran todos los
motivos para descubrir el valor del dolor, de la soledad, del sufrimiento. En
Él cada hombre sabe cuál es su destino en la tierra: sufrir por amor hasta el
último instante. Entonces todos los motivos para amargarse la vida se
transforman en motivos para ser feliz haciendo felices a los demás. Y el camino
que lleva a la Cruz salta hasta la vida eterna.