sábado, 15 de marzo de 2014

LA TRIBUNA DE LOS VIERNES (JUAN DE DIOS JERÓNIMO)

NOTA: Por motivos ajenos a CRUZ DE GUÍA, publicamos en la jornada del sábado este artículo de nuestro colaborador Juan de Dios Jerónimo, cuando el compromiso inicial era hacerlo los viernes.

Todos los caminos llevan… a la Cruz


Sí. Todos. Todos los caminos llevan a encontrarse con el sufrimiento, la soledad, el miedo… Contrasta esta afirmación con el ideal cristiano. San Pablo y la Tradición cristiana nos describen un camino en el que la alegría es la constante. Esa Cruz gozosa es la gran paradoja del cristiano. Una Cruz en la que Dios “triunfa”. Un abandonos, una soledad, un dolor… que son la otra cara de la moneda de la vida. La gran paradoja cristiana es, a la vez, la gran paradoja de la vida. Una paradoja que lleva a muchos hombres y mujeres a ahogarse en la desesperación, en la amargura. Una paradoja que golpea los cimientos de la existencia con una fuerza difícil de controlar. Una paradoja, al fin, que quita la esperanza. Desde mi punto de vista el gran problema del hombre y de la mujer de nuestro tiempo es la esperanza. Mejor, la falta de esperanza. Empezar una  batalla sintiendo las hieles de la derrota. Un hombre para la nada que diría el filósofo francés. Concebir la vida como un salto al vacío que acaba en el desastre es el camino más corto para abandonar toda esperanza. Precisamente el genio italiano, el Dante, ponía ese letrero imaginario a la entrada del infierno. Son esas personas que inventan desgracias cuando llegan las alegrías necesariamente transitorias de la vida. Esas personas que escriben el guión de su existencia como el arte de amargarse la vida. Esas personas no han tenido un encuentro con el Jesús que subió al madero. Quizá han podido tener un encuentro con un Jesús Light edulcorado. La realidad de Jesús es la realidad del hombre. La verdad del Crucificado muestra la verdad del hombre. Sólo en Él se encuentran todos los motivos para descubrir el valor del dolor, de la soledad, del sufrimiento. En Él cada hombre sabe cuál es su destino en la tierra: sufrir por amor hasta el último instante. Entonces todos los motivos para amargarse la vida se transforman en motivos para ser feliz haciendo felices a los demás. Y el camino que lleva a la Cruz salta hasta la vida eterna.