¡A ésta es!!
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y
llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
Al pie de la Cruz. Traspasa de
dolor está hoy la que es elevada por Dios hasta el trono de Emperatriz del
Universo. Con un fiero cuchillo atravesando su alma. Viendo como un su Hijo
pende de un madero.
¡Oh, cuán triste y cuán
aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos
llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Triste. NO hay dolor como
su dolor. Sola. En su corazón se une el cielo y la tierra. Ambas
realidades lloran por la Muerte del justo. Por el escarnio del más bello de los
hombres. No podemos intuir cómo es el dolor de María hasta que no sabemos amar a
alguien.
Y ¿cuál hombre no
llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto
dolor?
Y ¿quién no se
entristeciera,
Madre piadosa, si os
viera
sujeta a tanto rigor?
¿Qué nos hace sentirnos
tan insensibles al dolor de la Virgen? ¿No será el nido individualista y triste
que hemos construido a base de olvidos, desganas y abandonos? ¿No podría ser
quizá la capa de insensibilidad que rodea a una sociedad volcada en si misma y
despreocupada de los demás?
Por los pecados del
mundo,
vio a Jesús en tan
profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
Los pecados. Ya decía el
Papa Juan Pablo II, que será próximamente canonizado, que el gran drama de
nuestro día es que el hombre ha olvidado el sentido del pecado. Y es tanto como
decir que se ha olvidado de cuál es su condición y cuál es la condición de
Quien le amó hasta la muerte.
¡Oh dulce fuente de
amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo
amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que
conmigo.
Pero esa insensibilidad
puede romperla una Madre que no puede ni quiere olvidar a sus hijos. Sabe
quienes somos, cómo somos y por eso sabe que tiene que ofrecer su mano para
enseñarnos a amar…. Y a llorar.
Y, porque a amarle me
anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en
sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
El camino que empieza con
la fe y el amor unidos a la sinceridad en reconocer quienes somos continúa con la generosidad. No se
reserva nada. Nos ofrecemos. Nos damos gustosos porque hemos descubierto que
vale la pena.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras
vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
Descubrimos así que el
dolor, en sus múltiples formas, tienen para el cristiano un significado
profundo. El dolor es siempre compañero en la vida, pero para un cristiano
puede convertirse, por la fe y la identificación con su Hermano Mayor (Cristo)
es un triunfo. El triunfo sobre el egoísmo y la victoria de darse a cada
hermano.
Virgen de vírgenes
santas!,
llore ya con ansias
tantas,
que el llanto dulce me
sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de
suerte
que siempre sus penas
vea.
Y así vemos que la Cruz
que llevamos en el día a día es “una cruz sin Cruz”. Tenemos un cirineo que la
lleva con nosotros. Y es en los momentos de dolor donde las almas se unen con
más fuerza. Son lazos que nada ni nadie podrá romper. Lazos más fuertes que la muerte. Es lo que cada
uno de nosotros ambiciona y se llama amor.
Haz que su cruz me
enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y
encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Abogada nuestra. Así la
llamamos en la Salve. Una
abogada que, como todas las madres sabe mirar sólo lo bueno. Para Ella el
esfuerzo que ponemos en cada “levantá” de nuestra vida, le sirve para borrar
tantos otros gestos desgraciados que hemos ido sembrando a lo largo de los años.
Haz que me ampare la
muerte
de Cristo, cuando en tan
fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en
calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
No es la Virgen la guinda
de un pastel. No es la que corona sin más todo el itinerario cristiano. María
está en todo ese camino que recorremos hacia el cielo. Ella recibe el título de
Corredentora. A Ella le debemos toda la Historia de la Salvación. De
nuestra Salvación. De la de cada uno y cada una. Hoy es Viernes de Dolores.