viernes, 11 de abril de 2014

LA TRIBUNA DE LOS VIERNES (JUAN DE DIOS JERÓNIMO)

¡A ésta es!!

La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
Al pie de la Cruz. Traspasa de dolor está hoy la que es elevada por Dios hasta el trono de Emperatriz del Universo. Con un fiero cuchillo atravesando su alma. Viendo como un su Hijo pende de un madero.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Triste. NO hay dolor como su dolor. Sola. En su corazón se une el cielo y la tierra. Ambas realidades lloran por la Muerte del justo. Por el escarnio del más bello de los hombres. No podemos intuir cómo es el dolor de María hasta que no sabemos amar a alguien.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
¿Qué nos hace sentirnos tan insensibles al dolor de la Virgen? ¿No será el nido individualista y triste que hemos construido a base de olvidos, desganas y abandonos? ¿No podría ser quizá la capa de insensibilidad que rodea a una sociedad volcada en si misma y despreocupada de los demás?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
Los pecados. Ya decía el Papa Juan Pablo II, que será próximamente canonizado, que el gran drama de nuestro día es que el hombre ha olvidado el sentido del pecado. Y es tanto como decir que se ha olvidado de cuál es su condición y cuál es la condición de Quien le amó hasta la muerte.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Pero esa insensibilidad puede romperla una Madre que no puede ni quiere olvidar a sus hijos. Sabe quienes somos, cómo somos y por eso sabe que tiene que ofrecer su mano para enseñarnos a amar…. Y a llorar.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
El camino que empieza con la fe y el amor unidos a la sinceridad en reconocer quienes somos continúa con la generosidad. No se reserva nada. Nos ofrecemos. Nos damos gustosos porque hemos descubierto que vale la pena.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
Descubrimos así que el dolor, en sus múltiples formas, tienen para el cristiano un significado profundo. El dolor es siempre compañero en la vida, pero para un cristiano puede convertirse, por la fe y la identificación con su Hermano Mayor (Cristo) es un triunfo. El triunfo sobre el egoísmo y la victoria de darse a cada hermano.
Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Y así vemos que la Cruz que llevamos en el día a día es “una cruz sin Cruz”. Tenemos un cirineo que la lleva con nosotros. Y es en los momentos de dolor donde las almas se unen con más fuerza. Son lazos que nada ni nadie podrá romper. Lazos más fuertes que la muerte. Es lo que cada uno de nosotros ambiciona y se llama amor.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Abogada nuestra. Así la llamamos en la Salve. Una abogada que, como todas las madres sabe mirar sólo lo bueno. Para Ella el esfuerzo que ponemos en cada “levantá” de nuestra vida, le sirve para borrar tantos otros gestos desgraciados que hemos ido sembrando a  lo largo de los años.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.

No es la Virgen la guinda de un pastel. No es la que corona sin más todo el itinerario cristiano. María está en todo ese camino que recorremos hacia el cielo. Ella recibe el título de Corredentora. A Ella le debemos toda la Historia de la Salvación. De nuestra Salvación. De la de cada uno y cada una. Hoy es Viernes de Dolores.