Concluye hoy aquí, este Diario. Lo hago a sabiendas de que hay en sus páginas demasiados compromisos por redactar, que no son más que una motivación para D.m. poder escribir otra colección de textos similares. Tecleo mientras en realidad, el Sábado de Pasión ha declinado y vivimos otro Domingo de Ramos, probablemente el día más esperado por cualquier cofrade y a la vez el más triste. Es el principio del fin de unos locos enamorados de este tiempo litúrgico. El amor no atiende a razones. Cualquier cofrade mínimamente formado, reconocerá que la razón nos dicta que el día más señalado es el Domingo de Resurreción. Pero el amor no atiende a razones.
Durante todo el día, y eso quisiera compartir hoy con los lectores, ha estado en mi cabeza una escena protagonizada por el P. Iniesta, sacerdote, escolapio y cofrade. Cuando tuvo lugar la reorganización de la Cofradía de los Estudiantes, allá por 2005, se presentó en la salida de la estación de penitencia. Estaba viejo, aquejado de numerosas dolencias y se apoyaba para caminar en un bastón La Cofradía iba a salir sin cura y él vestido de sacerdote quiso ocupar un lugar en la estación de penitencia. Recuerdo que aquella jornada se suspendieron todos los desfiles procesionales menos éste. La amenaza de lluvia aconsejaba no salir. Sin embargo durante todo el recorrido no cayó una gota de agua. Al llegar a la Catedral le invitaron a abandonar la procesión y a marcharse en un taxi al Convento Escolapio. No hubiera sido indecoroso. Así actúan muchas autoridades. Pero él quiso completar el recorrido. Y continuó siendo aplaudido hasta el final. El público, de forma espontánea lo reconocía y le aplauadia. ¿Por qué? Sencillamente, creo, porque les gustaba que un cura estuviera presidiendo el desfile; el público aplaudia que un cura acompañara a los actores y a los espectadores.
Hoy, reflexionando sobre aquella escena, el P. Iniesta me recordaba a los sacerdotes a los que el primer Arzobispo de Granada, Fray Hernando de Talavera, los envió a predicar entre los musulmanes, previo conocimiento de su lenguaje de origen árabe; lo demás hubiera sido inútil.Un número importante de católicos son cofrades y hay que predicarles en cofrade, como hacía el P. Iniesta. Por fortuna hay muchos sacerdotes cofrades. Por ejemplo en la Hermandad de SanAgustín, visten su túnica varias decenas.Predicar en un templo granadino en arameo, sería una labor que surtiría un efecto relativo; hacerlo en español sería lo adecuado. Los cofrades necesitan que se les predice en cofrade.
Feliz Semana Santa.