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domingo, 22 de diciembre de 2013

EL BELÉN: EVOLUCIÓN SIMBÓLICA E ICONOGRÁFICA.


Seguimos arrancado hojas al calendario, mientras descontamos los días para el nacimiento del Infante que dará Luz al mundo. En este tiempo de adviento, que ya todo lo impregna y  se marcha, nos esmeramos en revivir entrañables tradiciones, que desde pequeños nos enseñaron nuestros padres y abuelos. Una de ellas, y quizás la más habitual, es el montaje del Belén, que nos hace experimentar  irrepetibles momentos al lado de nuestras familias y allegados.

Con este somero recorrido, vamos a analizar la evolución que ha sufrido el nacimiento con el paso de los siglos, centrándonos ante todo en su simbolismo e iconografía.

En la tradición bizantina, las primeras representaciones de la Natividad de Nuestro Señor, mostraban a la Virgen María recostada sobre una cama, agotado tras el parto y el niño entre las pajas de un pesebre, en un intento de acentuar la naturaleza humana de Jesús. De este modo, la tradición bizantina, defiende que María sufrió como toda mujer durante el parto, en oposición a otras que afirman que tuvo el privilegio de ser librada de este dolor. También era frecuente ver la escena complementada por dos personajes que aparecen en los evangelios apócrifos: las dos comadronas; la crédula y la incrédula, aunque finalmente ambas quedaran convencidas de que María quedo virgen después de parto. En esta misma época, Occidente  representa la escena de forma muy similar, pero sin embargo  incluye a un nuevo personaje: el patriarca San José.

                                
                       
En siglo XV dentro de los albores del Gótico, se van a producir una serie de cambios muy importantes en la icnografía de la Natividad, motivados por la gran expansión que tuvieron las visiones, que experimento en carne propia,  Santa Brígida de Suecia  durante su estancia en la gruta de Belén. A partir de entonces, comienza a representarse a José y María arrodillados ante el Niño, mientras lo veneran y oran ante Él. Con esta representación se nos muestra a Jesús en plenitud de su condición divina.   

Además de estos personajes centrales que son: Jesús, María y José, La escena de la natividad, siempre se ve acompañada de otros personajes sobre los que se ha debatido mucho en los últimos tiempos. Estos son: la mula y el buey, los ángeles, los magos de Oriente y los pastores.

Nada aparece en la Sagrada escritura, sobre los dos animales que acompañan a Jesús en su nacimiento, al contrario que algunos textos apócrifos donde si aparecen. En la representación de la Natividad de Nuestro Señor, se incorporan durante el Románico, simbolizando el Antiguo y el Nuevo Testamento respectivamente. También se pueden dar lectura a estos dos personajes, como símbolo de la toda creación, la naturaleza y  la fauna que adoran a Cristo recién nacido. Pero  a partir del Concilio de Trento, vemos como en muchos casos desaparecen junta a la figura de las comadronas debido a su procedencia apócrifa.

Sobre los magos de Oriente tampoco se nos dan grandes datos en los Evangelios, tan solo que procedían de Oriente y llegaron a Belén, siguiendo el curso de una estrella. Han sido muchas las dudas que se han generado sobre sus nombres, su número o su lugar de origen. En el siglo VI, aparecen en los mosaicos de San Apolinar de Rávena como tres, siendo cada uno de ellos de un lugar de origen diferente: África, Asia y Europa,  es decir, los tres continentes conocidos hasta el momento. Esta es la representación más popularizada, y que ha llegado a nuestros días. Algo que si va a variar con el paso de los siglos son sus ropajes, medios de transporte y acompañantes. Con respecto a los presentes que le entregan al Niño Dios, podemos decir que en el Evangelio aparecen tres: el oro, el incienso y la mirra, encerrando cada uno de ellos un importante significado. El oro como Rey, símbolo del poder temporal y político; el incienso como Dios, símbolo de la ofrenda espiritual, por último la mirra como Hombre, también símbolo del dominio sobre la muerte.Es curioso que este tema aparezca antes que la adoración de los pastores, algo que podemos entender como un intento de subrayar la supremacía del poder religioso sobre el político, en un periodo en el que hay diversas tensiones entre el poder imperial y los romanos pontífices.  

A raíz de esto último, podemos afirmar que la representación de los pastores adorando al Niño Dios, ha dependido siempre de la representación  de los magos de Oriente. Como antes hemos señalado este tema aparece después de la adoración de los magos, también influido, por el hecho de que en otros periodos como el Románico, se prefirió  la escena del anuncio a los pastores, antes que la adoración. Es curioso que el número de pastores, su actitud y acompañantes siempre hayan dependido de los magos, hecho que  podemos interpretar como símbolo de la obediencia, que el pueblo llano debe a la supremacía eclesiástica.  También es habitual ver a un pastor con un cordero sobre sus hombros cerca del portal, como símbolo del buen pastor.         

A todos nos parecería que se trata de algo  ancestral e inmutable a lo largo de los siglos, pero la experimentada historia, nos dice lo contrario. A veces esta realidad pasa muy desapercibida, pero el Belén, al igual que todo lo que nos ha legado la tradición, es algo que ha ido evolucionando y que está cargado de sentido simbólico e iconográfico. Un sentido simbólico e iconográfico, que es fruto del empeño de muchos nombres anónimos, que con el objetivo de dar mayor reverencia a Dios, han ido conformando a lo largo de casi diez siglos, esta bellísima tradición.