Como cada año, el Papa
nos ofrece su mensaje de Cuaresma. En esta ocasión tiene la particularidad de
ser el primero del actual Pontífice. Los cofrades nunca podemos perder de vista
la pertenencia a la Iglesia católica. Esa debe de ser nuestra principal seña de
identidad. Por tanto, atender a la figura del Santo Padre es una oportunidad
preciosa para enriquecernos. Es recomendable la lectura de este documento que
se podrá encontrar fácilmente, por ejemplo, a través de internet.
Aquí vamos a subrayar
algunos de sus aspectos más significativos. El título está tomando de la
Segunda Carta a los Corintios: “Se hizo pobre para enriquecernos en su pobreza”
8,2. Indica el Papa Francisco que “Dios no se
revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y
la pobreza”. Añade que “la pobreza de Cristo que nos enriquece consiste
en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros
pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios”.
Su Santidad escribe más adelante que “Dios sigue
salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el
cual se hace pobre en los Sacramentos,
en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres” y señala a
continuación que “a imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos
llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de
ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas”.
Se refiere luego a tres tipos de miserias:
material, moral y espiritual. La material es a la privación de los “derechos
fundamentales y los bienes de primera necesidad”. La moral nos hace “esclavos
del vicio y del pecado”. Así cita la “dependencia del alcohol, las drogas,
el juego o la pornografía”. Esta miseria moral “siempre
va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y
rechazamos su amor”. Propone el Papa Francisco que “el Evangelio es el
verdadero antídoto contra la miseria espiritual” y que “Dios es más
grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre”.
Concluye deseando “que este tiempo de Cuaresma
encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a
cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual” y a firmando que
“la Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien
preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con
nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido
un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no
cuesta y no duele”.