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viernes, 21 de marzo de 2014

LA TRIBUNA DE LOS VIERNES (JUAN DE DIOS JERÓNIMO)

El mejor pregón

Anunciar la Semana Santa, los Titulares de una cofradía, asistir a esos ejercicios piadosos es de las costumbres cristianas que perduran gracias a la labor de los cofrades. Son momentos en los que el alma vuelve a situarse en sus correctas coordenadas. Apartada del ajetreo diario o en medio de él, cada uno vuelve la mirada a esos sucesos que Dios vive en presente: Su Pasión, Muerte y Resurrección. Los miramos desde los ojos de una Dolorosa, con el sufrimiento amoroso de un Crucificado o admirándonos de la generosidad de un Nazareno. Siempre dispuestos a remover aquello que nos pueda apartar de Él, aquello que sume tristeza a Ella. El mensaje eterno y actual que nos ofrecen esas imágenes y esos piadosos ejercicios son válidos para el hombre y la mujer de nuestro tiempo. Aprendemos que sólo tenemos dos opciones: vivir en el calvario o de espaldas a él. La indiferencia es otra manera de burlarnos de Quien no ahorró ni una sola gota de Su Sangre por cada uno y por cada una. Lo vemos en los besapies, en los besamanos de estos días. Con un gesto, -un beso-, queremos dar las gracias con palabras humanas que quedan muy lejos de la entrega de todo un Dios. Pero hasta ahí llega nuestra poquedad. Y también nuestra grandeza. En ese gesto, un beso, damos también nuestra voluntad de seguirle, de consolarle en esta Cuaresma, de amarle… 
Se suceden en estos días presentaciones de carteles, pregones de costaleros, de hermandades y, por supuesto, el magnífico pregón del primer domingo de cuaresma. En todos ellos se hace referencia al Misterio que nos deslumbrará entre el Jueves Santo y el Domingo de Resurrección. Todas esas palabras cargadas de piedad nos removerán. A buen seguro nos harán más piadosos y también acentuará nuestro deseo de ser buenos cristianos. Pero el mejor pregón no lo oiremos en ningún templo ni tampoco de los labios de los cofrades que con tanto cariño preparan esas palabras para cada uno de nosotros. No. El mejor pregón ya está dibujado en el horizonte desde hace casi dos mil años. El mejor pregón no se hizo con palabras curiosamente. Se hizo con el pincel de un Creador que entregó a su Hijo “en rescate por todos”. Esa contemplación de Cristo muerto en la Cruz es el testimonio supremo del Amor. Un Amor que no se escribe con palabras. Es ese pregón que cada uno adivina que Dios susurra en su alma cuando reconoce que, en su vida, ya nada puede ser igual desde el primer Viernes Santo de la Historia. Es el pregón que oímos cada día y que, por los siglos, resonará en el alma de todo ser humano. “Seas quien seas, hagas lo que hagas, sea cual sea tu historia, -nos pregona Dios-, Yo te quiero”. Y añadirán sonriendo: “He dicho”. Fin del pregón y principio de nuestra respuesta.