Para hablar
de la Plaza de las Pasiegas y de su configuración primero debemos abordar un tema
muy interesante en Granada como es la fundación de colegios en la ciudad tras
la conquista. Tanto los que fueron el germen de la Universidad de Granada como
los previstos para educación infantil, tenían características curiosas. Nos
encontramos inmersos en un contexto de renovación y de creación de
instituciones docentes cuyo objetivo era realizar una labor de cristianización
eficaz y sólida, en un momento en que la problemática morisca iniciaba un
periodo peligroso. Esto derivó a normativas de exclusión en estos centros. En
1540 ya se puede leer en las constituciones de los Colegios germen de la Universidad
granadina, que primero se examinaría a los candidatos a estudiante que hubieran
completado su ciclo de estudios; segundo si eran legítimos y venían de un
matrimonio legítimo; tercero si está constituido en Sagradas órdenes; y cuarto
si es infame. Con ese infame se referían a la pureza de sangre, ya que se decía
“ya no se tiene en España por tanta infamia ni afrenta haber sido blasfemos,
ladrón, salteador de caminos, adúltero, sacrílego o ser aficionado a otro
cualquier vicio, como descender de linaje de judíos o moros”. Cuando se admitía
a un estudiante, su admisión decía: “habiendo visto esta información y que por
ella consta que el bachiller tiene bastantemente justificada su legitimidad,
limpieza de sangre, vida y costumbres, según los estatutos de dicha
Universidad”.
Fue
objetivo de los Reyes Católicos que se instalasen Colegios en Granada que
desplegaran el saber cristiano entre tanto morisco y musulmán. Se consideraba
la ciudad como pendiente de educar, así que se instalaron muchos colegios. Por
ejemplo, en la Plaza de las Pasiegas se construyó el Colegio de San Miguel,
fundado por Carlos V en 1526 y que daba a la fachada de la Catedral. El
propósito de este colegio era educar a 100 niños moriscos que difundieran entre
los de su raza los principios verdaderos de la religión cristiana. Este colegio
no tuvo nada de éxito, más bien todo lo contrario. Y tras la expulsión de los
moriscos entre 1609 y 1613, se hizo una segunda etapa en la que sólo admitían a
los limpios de sangre. Finalmente, se cerró y derribó en 1692, abriendo el
espacio como una pequeña plaza. Sería la mitad de lo que es hoy la Plaza de las
Pasiegas. La otra mitad estaba ocupada por el Colegio de San Ildefonso y Santa
Catalina que era el siguiente tras pasar por el de San Miguel. A él iban los
niños que pasaban las enseñanzas del anterior, en la adolescencia, de forma que
se terminaban de preparar para su ingreso en los Colegios Imperial o
Eclesiático.
Después
estaban los colegios universitarios, con una finalidad social y cultural. Sus
colegiales eran rigurosamente seleccionados, para lo cual habían de demostrar
su limpieza de sangre, y poseer el grado de bachiller, y superar una prueba. Debían
de cumplir las estrictas reglas de convivencia y educación que regulaba cada colegio.
Los estudiantes, siempre bajo la jurisdicción real y eclesiástica ostentaban
ciertos privilegios reales y pontificios por razón de serlo.
A este tipo pertenecía
el Colegio de Santa Catalina Mártir, que ocupaba la otra mitad de la Plaza de
las Pasiegas. Se fundó en 1537 por el Arzobispo Gaspar de Avalos, destinado a
colegiales de Artes y Teología, y, a partir de sus segundas constituciones, en
1555, únicamente a Teología. Por razón de su fundación poseía un marcado
carácter eclesiástico, y se integraba dentro del espíritu de reforma del clero
de su época. Sus colegiales, entre 12 y 14, habían cursado el bachillerato,
generalmente en el Colegio de San Miguel. Finamente, en 1802, en virtud de una
real cédula de Carlos IV, ambos se reúnen en el Colegio de Santa Cruz de la Fe
y Santa Catalina Mártir, que albergaría 16 colegiales, entre teólogos y
juristas. Y pasó a ocupar una parte del edificio que se cedió a la Universidad
tras la expulsión de los jesuitas, (actual Facultad de Derecho). El
colegio fue suprimido en la reforma de 1835.
La actual plaza de las
pasiegas responde al espacio liberado al
ser demolidos estos dos colegios. Al principio era una explanada de tierra, que
siempre fue utilizada para celebraciones y conmemoraciones de la Catedral. La
actual plaza enlosada y con escalones para salvar el desnivel existente, es
posiblemente una de las mejores obras urbanas de Granada, y responde
a una configuración del alcalde Gallego y Burín. Los escalones que sirven como
escenario o bien como grada, son el espacio donde en invierno muchos nos
sentamos a tomar algo el débil sol y a contemplar la gente pasar. En verano, al
caer el sol, la plaza se llena de gente. Es una plaza icónica.