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viernes, 4 de abril de 2014

LA TRIBUNA DE LOS VIERNES POR JUAN DE DIOS JERÓNIMO

Venid a Mi

Es una locura el ritmo que nos imponemos en esta sociedad. No tiene el ser humano capacidad para asumir la intensidad que le reclaman sus obligaciones. La necesidad de paz y de quietud se manifiestan en muchos aspectos: ahí están esos fondos de pantalla de los ordenadores que nos trasportan a playas desiertas, paisajes naturales exóticos… donde siempre el hombre está sólo y, ojalá, sin cobertura. La soledad que ambicionamos tiene un coste demasiado elevado para los maltrechos bolsillos de la mayoría de nosotros. Pagamos unas facturas impresionantes en viajes de cuatro días a ese lugar paradisiaco y después… vuelve la rutina con el añadido del trabajo acumulado en esos días de descanso. Seguimos ambicionando y añorando esos momentos en los que “el hombre conversa consigo mismo” sabedores que de, quizá, de esta manera, conseguiremos hablar con Dios algún día.
El hombre contemporáneo, cada uno de nosotros, tiene que desenvolverse en una sociedad que reclama continuamente su atención. Prima lo urgente sobre lo importante, de tal manera que todas las tareas pendientes se convierten en un amasijo de cosas por hacer. Ahí están las obligaciones profesionales, las familiares, las sociales. El viernes, hoy mismo, se mira durante toda la semana con desesperación. La ansiedad es la principal enfermedad de nuestros días y el miedo el motor que nos conduce, a toda velocidad, a apagar el fuego de esas obligaciones que nos marcan o que nos marcamos.
No podemos olvidar que es precisamente ahí, en medio de la calle, donde Dios nos llama. Ahí, en el ajetreo diario podemos oír su voz: “Venid a Mi”. No hay que pagar un vuelo de avión, ni tenemos porqué trasladarnos imaginariamente a los fiordos noruegos. No. En medio de la calle, en la locura cotidiana, es donde Él nos llama. Nos dice que quiere llenar nuestra alma de paz. Susurra que tiene la solución. Nos dice, a cada uno, que tenemos la oportunidad de conquistar un trozo de cielo cada día, en cada cosa que hacemos o pensamos. “Venid a Mi los cansados y agobiados”. Miramos hoy a ese Cristo que carga con una Cruz, que nos pregunta si estamos dispuestos a ser Cirineos y a vivir con Él la aventura de rescatar al hombre de si mismo. Quiere saber si ese hombre que ha caído en las garras del estrés y la desesperación está dispuesto a enfocar su vida de una manera más lógica: con la lógica de Dios.

¿Por qué trabajo? ¿Por qué cumplo mis obligaciones? ¿Qué es lo que alegra mi corazón? ¿Dónde he situado mi tesoro? Responder a esta preguntar es responder a la voz de Dios. Nos pasa a los hombres y a las mujeres que a veces confundimos el problema con la solución. Donde hay una voz que nos dice:”Ve a MI” nos sentimos heridos porque nos tratan como a dependientes. Gente que necesita del cuidado de otro. Que no se vale por si misma. Y es eso precisamente lo que somos delante de Dios: hombres que necesitan de Él, corazones inquietos que no descansan hasta que dan con Él. Y tenemos también la oportunidad de responder como Pedro: “ a quién iremos... sólo Tú tienes palabras de vida eterna”. Y vendrá esa paz y esa alegría que tanto deseamos y que tanto necesitamos nosotros y quienes nos rodena. Nos lo dice una vez más: “venid a Mi”.