Nos dan lo nuestro y encima
tenemos que estar agradecidos. Nos ceden lo propio y tenemos que estar
agradecidos a las voces críticas que se esconden tras la pluma o la pantalla de
su ordenador. Nos dan lo que la libertad de este país nos asegura, pero ellos
siguen aferrados al relativismo y a la creencia de que su palabra, normalmente
escrita en renglones que tienen precio, son la verdad suprema.
Así se vive en España, este gran
y a la vez alocado país en el que se cuestiona todo, donde el tiempo y la
Historia tan sólo marcan recuerdos para aquellos que siempre quisimos aprender
de nuestros mayores para hacer un hoy verdadero y vivo en nuestros orígenes. El
caso de nuestra Granada es algo más delicado y especial. Sin duda, la malafollá brota por todos los rincones,
y rebosa en el parecer de muchos, no sólo como humor negro o irónico, sino como
forma de vida negativo y con complejos de inferioridad.
Granada es una ciudad de enorme
valor histórico y cultural, dañada por muchos, durante mucho tiempo, pero
sobretodo frenada por aquellos que tan sólo ven la paja en ojo ajenos sin
percatarse de la viga que tienen en el propio.
Pareciera que estos personajes
invirtieran su día a día en buscar causas por las que luchar, pero sobretodo
con las que levantar ampollas. En estos días sus agendas marcarían que ahora
son las cofradías, ¡vaya por Dios!
Un movimiento, el cofrade, que no
es más que la cara más visible de la Iglesia Católica, deduzco que de ahí viene
dado el rencor que ha brotado en estas semanas. Hermandades y cofradías que
tienen su vida activa los trescientos sesenta y cinco días del año, pero ellos
no lo saben. Los cofrades realizan su profesión de fe cada domingo en el
momento de rezar el Credo. Sus cultos, bajo techo eclesial durante todo el año.
Sus actividades caritativas, tan necesarias hoy día, bajo el amparo de sus
locales o casas de hermandad, al igual que sus charlas de formación,
convivencias, mesas rendondas, incluso conciertos o pregones.
Los de la malafollá granaína en vena desconocen que las cofradías no son ‘pan
y circo’ para la sociedad, al contrario, son pan y agua para el hambriento, y
luz para aquellos que buscan la Verdad.
Estos críticos no son partícipes
del momento culmen de las cofradías, las estaciones de penitencia, lo único que
conocen y critican. Ellos son también de tradiciones, no suelen escapar a la
costa en la semana grande, ellos son de tendido, de cerveza y buen vino en
terrazas a rebosar por cofrades y turistas que llenan nuestra ciudad más que en
cualquier otra semana del año.
Ahora han tocado las hermandades
y cofradías por la cera que derraman nuestros cirios. La luz que trae Cristo y
con la que el penitente o la camarera van iluminando y abriendo camino a su
imagen. El problema es que la catequesis plástica molesta a algunos. La Iglesia
en las calles, el origen y fin de las hermandades, molesta a los que rebufan en
las puertas de nuestros templos.
La primera vez en años que sale a
la luz queja frente a las cofradías en las calles de la ciudad, que cortan el
tráfico y manchan peligrosamente la calzada. Parece que las únicas
manifestaciones que molestan son las religiosas, porque bien que se cortan las calles
cada vez que cualquier colectivo, de forma legítima, reclama algo en las calles
de Granada. Y si el problema es la cera, debe ser que las cofradías nunca
llevaron este material y es algo nuevo y chocante en nuestra sociedad, eso o es
que la malafollá granaína de ciertos “ilustrados”
quieren frenar lo que en otras ciudades es imposible, el crecimiento de la
religiosidad popular a la vez que el enriquecimiento de la hostelería con el
turismo que atrae la Semana Santa. Con lo poco que le gusta a un granaíno compararse con los de Híspalis…
Que las pocas ideas para recaudar
o generar menos gasto en nuestra ciudad no afecten a lo que siempre hemos tenido
y querido los granadinos, de lo contrario iremos cediendo y perdiendo nuestras
costumbres y tradiciones, traicionando a nuestra historia y sociedad, y dejando
la grandeza de la Semana Santa, o la ya cercana Feria del Corpus, en lo que les
gusta a los de la malafollá, cerveza
y buen vino.