Cuando hace más de un siglo se inauguró la Gran Vía, las cofradías granadinas se apresuraron a utilizarla en sus itinerarios, incluso alterando el curso natural de una procesión. Hoy en día sigue siendo una de las calles más utilizada por las procesiones. Incluso es de especial utilidad para presenciar en su plenitud algunos pasos de reciente factura, que en la mayoría de las calles de Granada, no lucen de la manera adecuada. Blanca Espigares nos cuenta algunos detalles sobre este espacio cofrade.
Al inicio del siglo XIX Granada era una ciudad con
50.000 habitantes, pero a finales y pese a diversas epidemias, la población llegó
a ser de 75.000 almas. Sin embargo su ámbito urbano no había crecido, seguía
igual que un siglo antes, que no era muy diferente a lo que había a finales del
siglo XVI. Así que el problema de la vivienda era abrumador, las familias
vivían hacinadas de una forma lamentable en la ciudad.
Granada necesitaba barrios exteriores a los límites
que tenía entonces, pero era un problema común a todas las ciudades históricas
españolas. Existía una burguesía que controlaba las propiedades inmuebles de
las ciudades y construir nuevos barrios, le iba a devaluar sus casas en los
centros. Eran familias que poseían muchas casas y vivían de su alquiler. El
prestigio que tuvieras dependía del número de propiedades que tuvieras y de las
rentas que sacaras. Así que esta burguesía se oponía completamente al
crecimiento de la ciudad. Tenemos que recordar que en España en ese momento se
daba el sufragio censatario. Esto es, sólo podían votar las personas con una
renta muy alta. Y además, sólo podían ser elegidas al Ayuntamiento las personas
con rentas mayores. Realmente la preocupación hacia el colectivo completo de
ciudadanos no existía.
La obra de la Gran Vía de Granada la propone López-Rubio,
presidente de la Cámara de Comercio, en 1890. Se proponía derribar parte del
centro para construir una calle al estilo parisino y construir bloques de
viviendas que aliviaran el problema de la sobrepoblación en la ciudad. En
Granada las situaciones de crisis y de subida del paro se solucionaban a base
de hacer una gran obra pública. La obra de la Gran Vía va a ser vista como la
solución ante un clima de crisis y hambre importantes en la población
granadina, ya que además del derribo de edificios y trazado de la calle, se
levantarán nuevos edificios. Años antes, en 1879 se había aprobado la Ley de
Expropiación Forzosa, con lo que el planteamiento de derribar y expulsar a 500
familias del centro de la ciudad, se simplificaba. La obra de apertura de la
Gran Vía dejará en la calle a 500 familias que deberán buscar vivienda. Es
decir, el problema de la vivienda se agravó. Esas familias repoblaron el
Albaicín, que había bajado de habitantes desde la conquista de los Reyes
Católicos y se densificó muchísimo. De hecho, si miramos imágenes del siglo XIX
el Albaicín se había “ruralizado”, por su abandono, muchas casas se había caído
y se habían ocupado por huertas y chumberas en muchos casos. Así que se veía
con muchos vacíos, muchos huertos, muchos descampados con chumberas. Tras abrir
la Gran Vía se empieza a densificar de casas de nuevo y al principio del siglo
XX su apariencia era diferente: menos huertas y más ocupación de casas.
El proyecto de la Gran Vía en principio, se realizó
con las expectativas de que iba ser un buen negocio y esto captó con éxito la atención de
modernas oficinas de bancos, entidades mercantiles y bursátiles e
inmobiliarias, e implicó la aparición de preciosas pero caras viviendas. Pero
lo que se esperaba que fuera un gran negocio, resultó carísimo y terminó siendo
un pésimo negocio como el profesor Manuel Martín Rodríguez estudió.
El caserío del Albaicín bajaba por toda la colina
hacia la Gran Vía y continuaba por el llano de una forma natural, calles
estrechas, casas patio. Es decir, debemos imaginar esa continuidad original,
ese crecimiento natural, no que ahora en nuestra memoria sólo podemos pensar en
la Gran Vía y ese corte rectilíneo. De la tradicional casa patio, se construyen en este momento
bloques de viviendas de gran altura, provocando en sección un cambio tipológico
que afectó a casi toda la ciudad, ya que la Gran Vía termina siendo un gran
muro hacia la Vega.
El estilo en el que se han ido construyendo edificios en la
Gran Vía ha variado a lo largo del tiempo, así que no hay un estilo
predominante. Del año 1900 a 1950 existe una tendencia a copiar el estilo
parisino, neoclásico, con decoraciones diversas, pero de 1960 al año 2000 se
levantaron edificios racionalistas o típicos de esas fechas que hoy podemos
reconocer al ser grandes bloques de viviendas típicas de los años 70 y 80.
Desaparecieron con su construcción las típicas callejuelas
con muchos edificios históricos, algunos de gran valor. No es el problema de
apertura de una nueva calle de 20 metros de anchura, sino que se llegan a
derribar los edificios que lindan con esa calle también. En total se puede decir
que se derriba un ancho que va en algunas zonas desde los sesenta metros hasta
alcanzar en algunos casos los 100 metros de ancho. Entendamos que se arrasa una
gran cantidad de centro histórico, en aquel entonces se derribó un tercio de la
ciudad. Si lo multiplicamos con los 882 metros que mide, se derriban un total
de 88.200 metros cuadrados, lo que equivale a una superficie entre 12 o 15
campos de fútbol medios.
Torres Balbás hace en su momento un plano señalando edificios
históricos desaparecidos en esta reforma urbana y contabiliza más de cuarenta
entre edificios demolidos y afectados en gran parte. En principio se suponía
que la Comisión de Monumentos iba a ir documentando y catalogando, pero en
realidad iban registrando datos muchas veces por detrás de las piquetas.
Tenemos que recordar que todo ese entramado urbano era el resumen de 9 siglos
de historia de la ciudad, así que podían encontrarse casas nazaríes, palacios, piezas recicladas en distintas casas y
edificios, es decir, restos de todas las épocas, nazarí, góticas,
renacentistas, barrocas. Era un catálogo de gran parte de su historia. Pensemos
si hoy derribamos medio Albaicín lo que desaparecería, pues en este caso es
igual. Si hemos visto las fachadas pintadas con murales en la Carrera del Darro,
podremos imaginar que muchos palacetes que fueron arrasados en esa zona, tenían
fachadas similares. Además, en medio de la demolición se descubrieron que
algunas casas eran nazaríes con arcadas, armaduras mudéjares y yeserías
tapadas. Por ejemplo, fueron derribadas casas mudéjares como la que ocupó en su
momento La Inquisición o la Casa de la Posadía. El Convento de Santa Paula que
fue derribado en parte, casas moriscas que tenía adheridas y que se le terminó
poniendo una fachada gótica que hoy todavía podemos ver. La Casa de Diego de
Siloé también cayó en ese momento, un palacio nazarí que transformó el genial
artista.
De los actualmente
construidos vamos a recorrer los que tienen algún interés artístico. Realmente
estas grandes avenidas proyectadas en toda España en diversas ciudades
históricas están conformadas por edificios que en realidad son de muy diversos
estilos, porque se planteaban también como un espacio donde tuvieran cabida
todas las épocas del arte. Algunos son de estilo imperialista francés, otros
del estilo vienés secesionista, otros son modernistas, otros neoclásicos, otros
siguiendo la corriente nacional.-regionalista. Es más correcto decir que la
Gran Vía era ecléctica que modernista.
Los dos primeros edificios
de la Gran Vía, frente a la plaza de Isabel la Católica, son quizás el mejor
ejemplo de copia parisina. De hecho el de la derecha que hoy alberga a Caja
Rural, que tiene arriba un gran águila, es copia de un edificio parisino y se realiza
aquí por el arquitecto Ángel Casas. Este mismo arquitecto construirá la Casa de
los Müller en 1916 que es la actual Delegación del Gobierno. Frente por frente del de la Caja Rural, se
erigió en 1908 otra construcción modernista afrancesada: el antiguo Hotel Colón (edificio “La Paz”) grandiosa obra del
arquitecto Jiménez Arévalo. Otro es el del Banco Santander actual también en
estilo ecléctico por el arquitecto Ángel Casas.El edificio del
antiguo Banco de España fue
proyectado por el genial arquitecto Secundino Zuazo, basado en un lenguaje ecléctico inspirado
en ciertos modelos tomados de la Alemania de los años Veinte. José
Fernández-Fígares proyecta el último edificio de la Gran Vía en 1928 para la
sede de la Caja de Previsión Social de Andalucía Oriental, con la colaboración del
insigne Hermenegildo Lanz. Emblemático edificio éste, rebautizado por la
picaresca popular como la Casa de la
Perra Gorda.
LA obra de la Gran Vía pretendía seguir
ampliando y haciendo calles como la que se planteó para continuar la Gran Vía a
través del barrio de San Matías para llegar en línea recta desde lo que hoy la
Plaza de Isabel la Católica hasta el Humilladero, el final de la Carrera de la
Virgen. Menos mal que el fracaso como negocio de la Gran Vía dejó parados este
tipo de proyectos.
Hoy en día, la Gran Vía forma parte de la
memoria colectiva de la ciudad y de los granadinos, siendo un enclave
fundamental en la celebración de fiestas en Granada.