lunes, 25 de febrero de 2013

DIARIO PARA UNA CUARESMA- PRIMER DOMINGO Y LUNES DE LA SEGUNDA SEMANA - 24 Y 25 DE FEBRERO


Cada segundo domingo de Cuaresma, se nos propone en la Eucaristía la lectura de Transfiguración del Señor, capítulo de la vida de Jesús que de nuevo rememoramos de forma muy especial cada 6 de agosto, Fiesta de la Transfiguración. Entendemos por una transfiguración cuando algo tiene una transformación que revela su verdadera naturaleza. En este caso, se retira a orar con sus tres discípulos predilectos, Pedro, Santiago y Juan, y transformándose les muestra un reflejo de su Naturaleza Divina. Tiene en parte cierto paralelismo con la Oración en el Huerto. Jesús se hace acompañar por los mismos discípulos, también a orar y en ambos casos, los tres se duermen, aunque en el caso de la Transfiguración despiertan a tiempo de observar la escena.
Jesús quiere, de esta manera, revelarles un anticipo momentáneo de lo que será el cielo. Es ante esta contemplación cuando Pedro le propone construir tres chozas para quedarse en este lugar, lo que nos habla de lo gozoso que debe ser el cielo. Una de estas chozas sería para Jesús y las otras para los dos personajes que aparecen en la escena dialogando con él, Moisés, que representa la Ley, y Elías que lo hace con los profetas, de tal manera que el relato enlaza así con el Antiguo Testamento.
Se produce la Transfiguración poco antes de la Pasión, Muerte y Resurrección, y es de algún modo, un anticipo de la Resurrección. De ahí que sea apropiada su inclusión en las lecturas de la misa dominical de cada segundo domingo de Cuaresma. En este acontecimiento, es una de las pocas ocasiones en las que leemos palabras pronunciadas por Dios Padre. Utiliza prácticamente las mismas que en el momento del Bautismo de Jesús: “Este es mi hijo amago, el escogido”. Añade: “escuchadle”.
Es riquísimo el texto en muchos más detalles, pero este diario de la Cuaresma, por su propia estructura, se detiene aquí, no sin antes preguntarse sobre las enseñanzas que podemos extraer de la Transfiguración. La primera es ese llamamiento a ser discípulos de Jesús que queda meridianamente claro cuando Dios Padre indica: “escuchadle”. La segunda es que bien merece la pena el esfuerzo por alcanzar el cielo, con todas sus dificultades, con todos los sufrimientos de nuestra vida, muchos de ellos difícilmente entendibles para nuestra naturaleza humana. Basta para animarnos en nuestro camino hacia el cielo, las palabras de Pedro cuando al ver a Jesús Transfigurado en su naturaleza divina, como podremos verlo al alcanzar este meta, dice: “Maestro, qué hermoso es estar aquí”.