"La fuerza de uno
La despedida de Benedicto XVI
ha sido un ejemplo de cómo el abandono en la voluntad de Dios llena de paz y
serenidad a cualquier persona. Paz porque ahora se encuentra como “un niño en
brazos de su padre”. Nunca se ha sentido solo. La sencillez y la humildad que
reflejan cada uno de los gestos del ya Papa emérito son la consecuencia de una
vida basada en la fe. Pero ¿Cómo llegar a esa paz? ¿Cómo se alcanza esa
seguridad? ¿Cómo vivir con esa firmeza que tanto atrae a los miembros d e la Iglesia y al resto de
hombre y mujeres? ¿Qué lleva al Papa emérito a trasmitir esa alegría? La
respuesta la conocemos todos y, sin embargo, son muy pocos los que atreven a
dar ese salto al vacío. Se trata de una vida basa en el Evangelio. Una vida en
la que se confía, por encima de todo, en el Otro, en el absolutamente Otro: en
Dios. El valor de la oración, su eficacia, su necesidad están fuera del debate
interno que sufrimos cualquier hombre, cualquier mujer. Sabemos que la oración
es lo que alimenta nuestra vida espiritual
junto a los sacramentos. Hemos comprobado, muy probablemente, la
eficacia de acudir a quien todo lo puede. Sabemos que rezar no es el último remedio
sino el primero y el sucesivo remedio a todo lo bueno y lo malo que nos pasa.
“Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis”. Pero ¿hallaremos eso que creemos que
nos conviene? ¿Hallaremos la solución al problema que provoca nuestra petición?
Sí. Absolutamente sí. El cristiano sabe que la respuesta a sus dudas y sus
limitaciones no nacen de una autorreflexión sino de una búsqueda de la verdad:
de la voluntad de Dios. Y es Él Quien nos enseña a pedir llamándole Padre. Él,
que no miente, nos ha prometido que va a estar con nosotros pase lo que pase.
Que no va a dejar de querernos. Y ahí es donde se entiende que rezar es “trata
de amistad con quien sabemos que nos ama” como decía la santa de Ávila. Quien
nos ha tratado con tanto cariño, con la ternura de un padre, espera de nosotros
que nos dejemos tratar como hijos. Para eso es necesario rezar. Pedir, Hablar.
Comunicarse. Sabiendo además que “no quedaremos defraudados”. La alegría y la
paz que ha regalado Benedicto XV al mundo es un ejemplo de cómo “uno”, cuando
está tan unido al “Otro” tiene una fuerza que sólo es explicable si se reza. Si
se reza… buscando la voluntad de Dios. “No se haga mi voluntad… sino la Tuya”.
Como Benedicto XVI. Como han hecho los santos".