El pasado viernes concluía el 65 Festival de Granada. A lo largo de sus numerosas ediciones han sido bastantes las ocasiones en las que ha estado presente el mundo cofrade, algunas tan relevantes como el baile que le dedicó a la marcha Amarguras María Pagés en el Teatro del Generalife. Incluso en sus antecedentes, como es el caso del Cante Jondo del 22, la saeta tuvo una especial relevancia. Son muchos los nexos entre la cita cultural más importante de España y las cofradías.
Este año esa vinculación ha tenido su exponente principal en la participación del imaginero Antonio Espadas en la representación del Lazarillo que realizó la Compañía Claroscuro en el Teatro Alhambra. Se trata de una coproducción del Festival granadino con otros ciclos culturales.
En la representación se conjugaban títeres con personajes "de carne y hueso". El protagonista, Lazarillo, era una marioneta de tamaño natural que sobrecogía por su naturalismo y expresividad, siendo su autor el mencionado imaginero ubetense, autor de numerosas tallas de distintas cofradías y restaurador de otras tantas esculturas.
En la foto, la página del programa del Festival en la que se recogía esta obra teatral.