Lo más significativo de esto es las pocas horas que tienen tanto para montar como para desmontar esas joyas convertidas en Altares. Gracias a estos podemos disfrutar viendo además del buen gusto las figuras, custodia, cálices y otras joyas del arte sacro, que la mayoría no volveremos a ver, pues están a buen recaudo en los diferentes conventos e iglesias y casi siempre no expuestas al público.
Si de mi dependiera todos tendrían premio ya que como he mencionado en pocas horas hacen verdaderas maravillas.
Gracias a todos, premiados y no premiados por hacer que esto sea en Granada una tradición que perdurará en el tiempo.