Una semana menos para la
llegada de la Cuaresma y una semana más en la que nos encontramos con un
cofrade para conocerlo #DeCerca. En esta ocasión es Javier Sabio, sacerdote y
cofrade granadino, natural de Motril, pero que vive muy intensamente la vida de
las hermandades y cofradías de nuestra Semana Santa.
-Javier para
empezar no puedo dejar de preguntarte: ¿cómo un motrileño llega a vivir tan
intensamente la Semana Santa de Granada?
El hecho de comenzar estudios universitarios en
Granada me lleva a conocer más intensamente el mundo de las cofradías
granadinas. De la mano de David Rodríguez Jiménez Muriel, gran amigo también
motrileño, comienzo a tener contacto con muchos cofrades que me llevarán a un
crecimiento personal en la forma de interpretar y vivir esta manifestación tan
particular de la fe que gira en torno a nuestras hermandades.
-Tus inicios
cofrades fueron en la ciudad costera, ¿cómo se plantó en ti la semilla cofrade?
En mi
familia no había una tradición cofrade propiamente dicha. Las procesiones eran
algo que me entusiasmaba y siempre encontraba a alguien que me llevase a verlas
para luego reproducirlas en casa de mis abuelos con los playmobil. El punto de
inflexión llega cuando en el año 90 se organiza la procesión del Dulce Nombre
de Jesús (un equivalente a los Facundillos granadinos) y entro a formar parte
de esa incipiente hermandad como costalero (del primer paso con trabajadera
sevillana de Motril), capataz, y posteriormente ocupando otras tareas en el
gobierno de dicha corporación.
-¿Qué
cofradías cuentan contigo en la nómina de hermanos?
En la
actualidad soy hermano de número en las hermandades penitenciales de la
Borriquita y el Perdón de Motril, así como de la Hermandad Patronal de Nuestra
Señora de la Cabeza Coronada.
-La Semana
Santa se vive de un modo muy activo en nuestra tierra desde que somos muy
pequeños. En tu caso, ¿llegaron las cofradías antes que la vocación sacerdotal?
Podría decir
que la vocación sacerdotal la descubro precisamente gracias a estar vinculado a
las hermandades. En un momento, en que supongo que por la edad, uno se plantea
mil cosas y deja a un lado la fe, las cofradías fueron mi único nexo de unión
con la Iglesia durante algún tiempo. Gracias a ello conocí a sacerdotes que me
ayudaron a discernir una vocación que poco a poco fui descubriendo y madurando
y que me llevó a ingresar definitivamente en el Seminario.
-Y un joven
que da el paso hacia el sacerdocio, ¿cómo vive la vida de hermandad en los
primeros años de formación?
En un
principio mal (risas), porque el ritmo cofrade que uno lleva es distinto fuera
y dentro del Seminario, y evidentemente no se le puede dedicar ni el mismo
tiempo ni el mismo esfuerzo; pero también es cierto que esos primeros años tanto
en Granada como en Toledo me hicieron crecer y madurar mucho en la comprensión
de las particularidades de esta manera de entender la fe.
-Un
‘sacerdote cofrade’ es una denominación que se usa ahora con aquellos curas que
muestran su gusto y participación en las hermandades. En ocasiones la relación
de alguna hermandad con su consiliario hace que se creen muros de comunicación
y convivencia, por lo que hay diferencias y desencuentros, ¿por qué crees que
esto sucede en ocasiones?
Hay que
partir de la base de la multitud de carismas existentes en la Iglesia, y de las
distintas formas de vivir la fe para tener una experiencia profunda de Dios.
Quizás
durante muchos años las hermandades vivieron ad extra, es decir centrándose
sólo en el culto externo, en la procesión, que es algo esencial en su propia
existencia, pero que es necesario llenar de contenido. Uno no puede llevar una
catequesis a la calle si previamente no ha tenido una experiencia de Aquel a
quien va a llevar a los demás. En eso han crecido mucho todas las hermandades
que conozco, pero quizás a un ritmo mucho mas ralentizado del que se esperaba.
Es por ello que a veces se han podido producir ciertos desajustes entre la vida
parroquial y la vida de hermandad, que lejos de complementarse han podido
incluso rivalizar.
También es
cierto que ya en mi generación hemos percibido este crecimiento ad intra y esa
complementariedad con la vida parroquial y diocesana de una manera distinta,
porque hemos ido creciendo a la par conociendo las propias limitaciones y potencialidades
de las hermandades.
Considero
que las hermandades actuales cumplen un papel muy importante en la transmisión
de la fe en una sociedad que tiende cada vez más a la secularización. Por
supuesto que son sólo una vía en el gran entramado de caminos que nos conducen
a Dios, pero tan importante como otras existentes en el devenir de la Iglesia.
-La gran
mayoría de nuestras hermandades presentan unos grupos jóvenes consolidados y
activos, ¿crees que de ellos puede salir alguna vocación sacerdotal o
consagrada?
Dios llama
siempre y en todo lugar. Solo hace falta escucharlo y darle una respuesta, y
para ello es necesario el silencio, la contemplación. Ese momento puede llegar
perfectamente en la serenidad de un besamanos, pero también (y lo digo por
experiencia propia) en una bulla dónde el centro de todas las miradas es esa
imagen que nos transporta a la Gloria.
Es necesario
huir muchas veces de la mera superficialidad, que tantas energías nos consume,
y adentrarse en un mundo que no es solo de sentimientos o sensaciones, sino de
verdadero encuentro con el Señor.
Lo digo
siempre a los jóvenes cofrades: buscad a vuestros sacerdotes; no tengáis
reparos ni miedos. Os pueden ayudar a interpretar muchos signos y
acontecimientos de vuestra vida; a discernir sobre aquello a lo que Dios llama,
y por supuesto a encontraros de una forma sincera y auténtica con el Señor en
el seno de vuestras hermandades.
-Tu vida
activa en nuestras hermandades está muy presente impartiendo charlas de
formación o incluso pregonando a algunas de nuestras cofradías, incluso hubo
años en los que colaborabas en las retransmisiones en directo en Canal Sur
Radio, ¿cómo fue aquella experiencia?
Pertenecer
al gran equipo del entonces “Saeta” de Canal Sur Radio marcó un antes y un después
en mi vida cofrade, tanto por la cantidad de personas a las que pude conocer
como por el conocimiento en el funcionamiento de las propias hermandades.
Fueron tres años muy intensos de los que guardo bellos e imborrables recuerdos
y experiencias.
-Un pregón
es diferente a una homilía. Por tu profesión y tu trayectoria ya eres experto
realizando ambas cosas. ¿Te imaginas en el atril del Teatro Isabel la Católica
pregonando la Semana Santa de Granada?
Un pregón, a
mi entender, difiere de una homilía básicamente en la manera de expresarse. El
mensaje es el mismo, el contenido idéntico, la finalidad también: llevar a un
mayor conocimiento y experiencia de Dios. Cambia el ritmo, el sentimiento,
incluso cierta teatralización que lleva a embaucar los sentidos con el fin de
transmitir emociones, pero con la intención clara de descubrir el Amor de Dios
manifestado en cada acontecimiento de nuestra vida.
Elaborar un
pregón exige un gran esfuerzo y una gran dedicación, porque es necesario
adentrarse en una realidad concreta para desde ahí llevar a los receptores a
ser testigos de la Verdad. Y cada vez dispongo de menos tiempo para ese
cometido concreto. Las tablas del Isabel la Católica podrán esperar para
siempre (risas).
-Aterrizando
un poco en la actualidad cofrade, ¿cómo ves el estado de nuestras hermandades y
cofradías?
Como te
decía antes veo a las hermandades en un proceso importante de crecimiento, con
un fuerte apoyo juvenil; pero también en este tiempo de redes sociales y
comunicación al instante se corre el riesgo de banalizarlo todo; de vivir de un
cierto postureo que nada hace bien ni personal, ni corporativamente. Veo a
muchos priostes, vestidores, costaleros, músicos… centrados en su propia
actividad sin importarles en demasía la vida de hermandad, formando una especie
de subgrupos más o menos blindados que parecen rivalizar con el resto. Eso no
beneficia a nadie, es más, distorsiona la imagen de lo que realmente somos y nunca
podemos olvidar: asociaciones católicas, instrumentos evangelizadores de la
Iglesia.
-¿Y el
estado del aspecto formativo?
Gracias a
Dios la preocupación por una formación seria sigue creciendo en muchas de nuestras
hermandades. Reconozco como sacerdote que es necesaria una preparación
específica, incluso con un lenguaje concreto, de los distintos temas que se
aborden. Quizás no sería descabellado a nivel diocesano preparar de manera continua
y específica a laicos que pudieran hacer extensivos a cada una de sus
hermandades los distintos temas que se tratasen; una especie de escuela de
formación cofrade.
-- Aunque
aún quede lejos, ¿qué deseas para la Semana Santa de 2016?
¿Lejos? Pero
si la tenemos a la vuelta de la esquina (risas). Ante todo deseo que esos días
de Gracia sean una oportunidad para encontrarnos más profundamente con el Señor
a través de María. Que sepamos descubrir en cada imagen, en cada aroma, en cada
textura, en cada sonido, en cada sabor… el verdadero rostro de un Dios que se
entrega por nosotros para darnos la Vida.
Y para
conocerte un poco más de cerca:
- Un recuerdo de tu infancia como cofrade: ver con una emoción desmesurada las procesiones desde la casa de mis abuelos.
- Una imagen
de Cristo de nuestra Semana Santa: El Cristo
que yace en los bazos de Santa María de la Alhambra.
- Una imagen
mariana de nuestra Semana Santa: Nuestra
Señora de la Esperanza.
- Un momento
especial de la Semana Santa (que no sea una de las hermandades donde
procesionas): La Estrella
llegando a la plaza de San Cristóbal.
- Tu rincón
para ver cofradías: las bullas ante
las Dolorosas. A pesar de que parezca una incongruencia, han supuesto muchas
veces para mi momentos de gran recogimiento y oración.
- Tu momento
más feliz como cofrade: la coronación
canónica de Nuestra Señora de la Cabeza, patrona de Motril.
- Y el que
te hubiera gustado no vivir: Enfrentamientos
y disputas por falta de entendimiento en el seno de alguna hermandad.
- ¿Con que
adjetivos definirías nuestra Semana Santa? Única,
sublime, intimista.
- Cuéntanos
alguna anécdota cofrade que hayas vivido:
Miércoles Santo
en la calle San Matías. Retransmitía la salida de la hermandad de las Penas
para el programa “Saeta” de Canal Sur. Un problema con el equipo me lleva, a
pocos minutos de que las puertas de la Imperial se abran, a poner una de las
vallas en posición vertical y trepar hasta la farola donde estaba el cable para
descolgarlo. Evidentemente con el asombro y también la ayuda del numeroso
público. Todo es poco, como bien sabéis, por llevar a todos los granadinos la
experiencia única de la Semana Santa de Granada.
Muchas
gracias Javier, de parte de todo el equipo, por esta entrevista tan personal y
cercana.